"Cambia de opinión, mantén tus principios; cambia tus hojas, mantén intactas tus raíces."
Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés
Las cosas cambian, y los vientos de las circunstancias soplan sobre la humanidad en un flujo interminable que toca cada una de nuestras vidas. Una cosa es crear el cambio, ser agentes de la transformación. Otra cosa es que el cambio se nos imponga lo queramos o no, estemos preparados o no, nos guste o no.
Todos experimentamos los vientos de cambio. Sin embargo, algunas personas logran llegar de todas maneras al puerto previsto, o a un puerto que sea de beneficio. El viento es el mismo, pero lo que nos guía hacia las diferentes orillas en la vida está determinado por la forma en que hemos elegido fijar u orientar nuestras velas.
Circunstancias que nos sorprenden, eventos inesperados y cambios imprevistos son cosas que nos ocurren a todos, todo el tiempo. Este movimiento puede llevarnos a decepciones y desafíos. O a grandes oportunidades. Son momentos en los que, a pesar de nuestros mejores planes y esfuerzos, las cosas parecen tener vida propia (la tienen) y nos llevan hacia la necesidad de aceptar, de reestructurar, de cambiar junto al cambio. Caemos en cuenta que no estamos tan en control como creemos, y que lo que mejor podemos hacer es crear las condiciones más propicias posibles para que las cosas sucedan, quizá, de cierta manera. Orientar las velas de manera que podamos fluir con el cambio en lugar de en su contra.
Cuando somos nosotros quienes creamos el cambio, solemos estar preparados y orientados hacia lo que buscamos modificar. Sin embargo, cuando el cambio nos sorprende, la capacidad de observar con claridad y aceptación en lugar de evitar o negar el cambio es lo que nos permite responder en lugar de reaccionar, de fijar las velas en nuestra vida de manera que su orientación siga siendo hacia el puerto de nuestros valores, de aquello que es importante para nosotros. No importa de qué punto cardinal sopla el viento o su intensidad, el puerto sigue siendo el mismo, y la posibilidad de navegar hacia ese destino se mantiene posible. Todo depende de cómo orientamos las velas.
Sin importar su dirección, el cambio nos cambia. En definitiva, lo que determina el estado de nuestra vida no es tanto lo que ocurre, sino lo que elegimos hacer, la manera en que respondemos cuando descubrimos que el viento ha cambiado de dirección.
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