"Nuestro primer y último amor es el amor propio."
Christian Nestell (1820-1904) escritor estadounidense
Las puertas del avión se han cerrado, y estamos listos para partir. Por favor, presten atención mientras efectuamos una demostración sobre el uso del cinturón de seguridad, chaleco salvavidas, máscaras de oxígeno y localización de las salidas de emergencia.
Si alguna vez has viajado en avión, seguramente escuchaste estas palabras. Dentro del contexto de esta explicación, hay algo que siempre es parte del mensaje: «En caso de emergencia, los pasajeros que viajan con niños deben colocarse primero su máscara de oxígeno y luego colocarla a los niños». Ponerse la máscara primero, más allá de cualquier instinto de protección hacia un menor.
En ocasiones he hablado sobre la generosidad, la paciencia, la compasión, y muchas otras virtudes y «maneras del ser» cuya exploración e incorporación a nuestra vida es fundamental en el camino hacia un mundo más humano, en paz y unidad. Sin embargo, hay una cosa sobre la que quiero ser muy claro: Como en el avión, primero te debes poner la máscara tú antes de ayudar a los demás.
Esto no es lo mismo que el egoísmo o el desinterés. Como en el avión, el peligro de no ponerse la máscara primero es el de que en un intento de «salvar al otro antes que a mí mismo» ocurra el resultado contrario donde ninguno reciba el oxígeno a tiempo. De la misma manera, la generosidad, paciencia, compasión y tolerancia hacia uno mismo debe fomentarse y cultivarse de manera de estar en condiciones de servir a los demás.
En ocasiones el «foco hacia afuera», la actitud de ponernos en segundo plano, es en realidad una manera de no enfrentar la dificultad que conlleva la exploración personal, el proceso del madurar de la mente, corazón y espíritu. Utilizamos la bandera del altruismo para no tener que ocuparnos de quién debe en realidad ponerse la máscara primero.
No estoy hablando aquí de situaciones particulares en las que damos prioridad a los demás, más allá de nuestras preferencias o necesidades personales. Por supuesto que cada situación es única y debe atenderse de la manera más hábil posible, en ocasiones con gran sacrificio. Me refiero a encontrar el equilibrio, el balance que nos permite cuidarnos para cuidar, atendernos para atender. Estar fuertes de mente, corazón y espíritu para poder ser de ayuda a los demás.
Y en caso de emergencia… respire normalmente.
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