"El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad."
Ernest Hemingway (1899-1961) escritor y periodista estadounidense
Requiere mucha humildad saberse limitado en la capacidad de ser humilde. Porque ser humildes, realmente humildes, es más difícil de lo que nuestro hábil ego nos quiere hacer creer que en realidad es. Porque es fácil quizá comprender la humildad como lo contrario a la arrogancia. Sin embargo, no ser arrogantes no nos hace necesariamente humildes. Nos hace no arrogantes… y la humildad es diferente a la simple ausencia de la arrogancia.
La verdadera humildad nace de reconocerse como ser humano en todas sus limitaciones e imperfecciones. Es el morar en saber que no lo sabemos todo, que siempre hay una manera diferente para ver las cosas, y que no somos necesariamente mejores que el resto. Surge de aceptar nuestras limitaciones con compasión, y de no creer que nuestros logros nos ponen por encima de los demás, sino a su servicio.
La verdadera humildad te permite ver cuando el ego quiere inflamar tus victorias, o cuando te regocijas en la victoria allí donde hubo privilegio o suerte. La humildad se cimienta en la capacidad de tomar perspectiva, el dar unos pasos hacia atrás y ver la totalidad de lo que ocurre y de tu real influencia sobre el resultado final. Nos permite comprender que todo surge de manera dependiente de otras cosas, y que tus victorias son la sumatoria de causas y condiciones que también exceden tu capacidad y esfuerzo. Que necesitamos del soporte de otros para cada uno de nuestros logros, aunque sea de manera indirecta.
La humildad no es falta de confianza sino la profunda capacidad de confiar. No es timidez, sino que requiere de enorme valentía. No es hacerse pequeño sino saberse grande en un mundo de seres interconectados. No es inacción, sino energía de real transformación. No es menosprecio por uno mismo, sino la capacidad de apreciar el valor de quienes somos y lo que hacemos sin necesidad de comparación o juicio.
La humildad mantiene permanente tu atención y viva tu curiosidad. Porque allí donde creemos que somos mejores, superiores, expertos… Cerramos una valiosa puerta, un acceso que la humildad mantiene abierto para que por allí ingrese la capacidad de seguir mejorando, de seguir aprendiendo, de seguir transformándose en un ser más humano. Porque la enormidad de la vida es un trayecto, no un destino. Ningún logro, ninguna victoria es final.
Observa entonces las maneras en que puedes cultivar tu capacidad de ser más humilde. Y agradece, porque la humildad, como una flor que perfuma nuestra propia humanidad y la de los demás, nace de la tierra fértil de la gratitud.
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