¿CUAL ES TU MADERA?

por Sozan

"No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente. Sobrevive aquella que es más adaptable al cambio."

Charles Darwin (1809-1882) científico británico.

Hoy me he dado cuenta de que por mucho tiempo quizá tuve una idea errónea de lo que significa ser resiliente. Aprendí de mis mayores -y el mundo que me rodeaba- que ante la adversidad tenía que ser «fuerte como un roble». Fuerte como un roble… inmutable, irrompible, imperturbable frente a todas las dificultades y el sufrimiento en mi vida. Asumí como verdad indiscutible que ni el viento más fuerte, ni la tormenta más intensa podrían jamás vencerme, en tanto mi esencia estuviera tallada en esa fuerte madera.

Sin embargo, la misma definición de resiliencia nos dice otra cosa. Según la Real Academia Española significa «La capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas», y según Wikipedia la resiliencia es «La capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos». Flexibilidad, adaptación… ¿Dónde se encuentra en esta definición mi tan arraigado roble junto a sus profundas raíces en mi vida?

«Debes ser fuerte» me decían en mis años formativos. Allí y entonces y en aquel contexto veía la flexibilidad y la adaptabilidad casi como un aspecto de debilidad, de falta de carácter. Continuando con la analogía del mundo vegetal me pregunto hoy ¿Es más fuerte el roble que el bambú que se mece en el viento? Ser adaptable y flexible no significa necesariamente no ser firme. Sin duda es tan firme el uno como el otro.

La adaptabilidad no es lo mismo que dejarse llevar indiscriminadamente por las circunstancias, sino la capacidad de transformarse para estar en armonía con la situación. Flexibilidad no significa «tomar cualquier forma que me impone mi entorno», sino tener la capacidad de adaptarse al cambio, acompañando sus diversas facetas y sin quebrarse. Para una persona resiliente no existe una vida dura, sino momentos difíciles. No enfrenta la dureza de las dificultades con más dureza, sino con adaptabilidad y flexibilidad. Física y emocionalmente, sobrevive como especie.

Utilizamos enormes cantidades de energía en el resistir como el roble, y nuestra corteza muestra las cicatrices de una vida comprometida en hacerle frente a las dificultades de manera inmutable, inflexible, fuertes… y en ocasiones incluso las mostramos con orgullo.

Quizá podamos pensar en ser fuertes, flexibles y adaptables como el bambú. Un camino de exploración que por supuesto requiere introspección e intencionalidad. Observar de dónde venimos y hacia dónde vamos, y hacerlo con apertura y sin juicio.

La resiliencia no es una cualidad innata sino que es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida en un camino de transformación como seres humanos. Volver a apreciar de qué madera queremos construirnos en el futuro.

Sozan

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