"Lo que para la oruga es el final del mundo, para el maestro es una mariposa."
Richard Bach (1936-) escritor estadounidense
Si estás leyendo este texto es muy probable que en tu vida haya un anhelo de «mariposidad» o «maripositud». Como en la oruga, probablemente viva en ti un interés, un llamado o una convicción hacia la transformación personal, una búsqueda hacia el mejoramiento como ser humano, sea lo que sea que aquello signifique en este momento de tu vida para ti.
Una cosa que siempre me pareció llamativa con respecto a la historia de la oruga es el hecho de que no elige ser o no ser mariposa. Llega el momento en que comienza el proceso de transformación, y allí empieza a construir su capullo. La oruga no puede decidir «lo de ser mariposa no es lo mío. Yo voy a envejecer como oruga, y morir como oruga». La transformación de oruga a mariposa ocurre, esté de acuerdo o no. Quizá a veces, se engañe a sí misma y diga «no quiero transformarme. Lo mejor que puedo hacer es encerrarme en un capullo y aislarme del mundo»… y puf!… mariposa.
Pienso que como la oruga, los humanos en realidad vivimos una situación similar. No podemos evitar ser transformados por la vida, aunque nos encerremos en un capullo de desinterés, ignorancia y desconexión. Nuestros padres nos transforman, la escuela nos transforma, los estudios, la sociedad, la economía, nuestras experiencias… todo nos transforma. En pocas palabras, la vida nos transforma.
Sin embargo, hay una gran diferencia con respecto a la oruga. Mientras con paciencia construye su capullo, no tiene la posibilidad de decidir «yo me voy a transformar en saltamontes». Su única posibilidad, es mariposa.
Un mismo evento, experiencia, práctica o situación en la vida pueden derivar en una transformación completamente diferente para cada persona. Aquello que ocurre no es más que un disparador al cambio, pero no es el cambio en sí mismo. Sin embargo, lo que haces, la forma en que vives e integras lo que te ocurre… Eso es lo que define tu proceso de transformación, y este proceso es diferente para cada ser humano.
Cuanto más cultivas tu interior, tu capacidad de aceptación, de generosidad contigo y con los demás, de ecuanimidad, paciencia y sabiduría; cuanto más profunda sea tu comprensión de que no hay una real separación entre tú y el resto de las cosas que te rodean, todo ello será una nueva posibilidad de transitar el camino hacia la «mariposidad». De transformarte en beneficio propio y de los demás.
Transformarnos nos ocurre, lo queramos o no. Podemos dejarnos llevar por los vaivenes de la vida, o decidir ser partícipes directos (no sin esfuerzo) de nuestro cambio. Para ello hay que ser intencionales en cultivar nuestro interior, hacer silencio, reflexionar, profundizar en la práctica y conectar con otros en la misma búsqueda. Conectar con el proceso de transformación.
Y para lo que la oruga es el fin del mundo, para ti será una mariposa.
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